María Pavlovna Románova de Rusia (Великая Княгиня Мария Павловна) nació el 18 de abril de 1890 en San Petersburgo, durante el imperio ruso. Fue la primogénita del Gran Duque Pablo Alexandrovich de Rusia y su primera esposa, la Gran Duquesa Alejandra Georgievna. Recibió su nombre en honor a su abuela paterna, y era conocida cariñosamente por su apodo Marisha. En 1891, cuando María aún no cumplía los dos años su madre falleció debido a complicaciones después de dar a luz a su hermano menor, el Gran Duque Demetrio Pavlovich. La muerte de su esposa afectó profundamente a su padre, quien en su dolor descuidó a sus dos hijos pequeños, dejándolos al cuidado de su hermano mayor, el Gran Duque Sergio Alexandrovich, que no tenía hijos. Una vez que el Gran Duque Pablo se recuperó emocionalmente, se hizo cargo de sus hijos nuevamente. Aunque amaba a María y Demetrio, la costumbre de la época le impedía mostrarles afecto de manera espontánea. Los niños fueron criados por institutrices y tutores privados, pero su padre los visitaba dos veces al día, un acto que ellos adoraban. La infancia de la princesa María transcurrió en un entorno de gran privilegio, entre palacios, fincas y rodeada innumerables sirvientes. Durante las Navidades y algunas vacaciones de verano, María y su hermano pasaban tiempo con el Gran Duque Sergio y su esposa, la Gran Duquesa Isabel Feodorovna, quienes incluso tenían una sala de juegos y dormitorios reservados exclusivamente para ellos en su casa de campo. Al crecer sin su madre, y con un padre frecuentemente ausente, María y su hermano Demetrio se volvieron inseparables, apoyándose mutuamente y construyendo un lazo muy fuerte de afecto y compañía que los unió durante toda su vida.
En 1895 su padre comenzó un romance con una mujer casada cuyo nombre era Olga Valerianova. Después de que Olga consiguiera su divorcio, contrajo matrimonio morganático con padre de María en 1902. A causa de la oposición del zar Nicolás Segundo, la pareja se vio obligada a casarse en el extranjero, y más tarde, al Gran Duque Pablo se le prohibió regresar a Rusia. Después de estos eventos, María y su hermano fueron enviados a Moscú, donde el zar los puso bajo la custodia de su tío, el Gran Duque Sergio, y su esposa, la Gran Duquesa Isabel Feodorovna. La nueva situación fue difícil para los jóvenes. Tanto María y su hermano Demetrio se sentían abandonados por su padre y resentían a sus tíos, a quienes culpaban por la separación. Aunque María admitía que su tío Sergio era estricto, también reconocía que les tenía un profundo cariño. El 17 de febrero de 1905, un nuevo golpe llegaría a la vida de María. Su tío, El Gran Duque Sergio, quien en ese entonces se desempeñaba como Gobernador General de Moscú, sufrió un terrible atentado en el que perdió la vida. Esta pérdida dejaría a María y a su hermano totalmente devastados. Tras estos trágicos sucesos su padre reclamó la custodia de sus hijos, pero el zar se negó y designó a la Gran Duquesa Isabel como la nueva tutora. Aunque a su padre se le permitió visitarlos, no podía regresar permanentemente a Rusia. Por su parte, la Gran Duquesa Isabel, arrepentida del poco afecto que anteriormente le había mostrado a los niños, se acercó más a ellos después de la muerte de su esposo. Mientras tanto, La Gran Duquesa Isabel al quedar viuda, se acercó más a la religión y empezó a dedicar parte de su vida a la caridad. Decidida alejarse de la vida en la corte, se propuso rápidamente a encontrar un esposo para su sobrina, María, para ello buscó la ayuda de su prima, la Princesa Heredera Margarita de Suecia. Poco después de la Pascua de mil novecientos siete, el Príncipe Guillermo de Suecia visitó San Petersburgo. Fue durante esta visita que el príncipe conoció María, quien en ese entonces contaba con 16 años de edad. Tras solo unas horas de conocerse, se le informó a María que el príncipe deseaba contraer matrimonio con ella. Presionada por su tía para dar una respuesta inmediata, la joven María terminó por aceptar la propuesta.
La boda se llevo a cabo el 3 de mayo de 1908 en Tsárskoye Seló. Tras una luna de miel por Europa, la pareja llegó a Suecia para una recepción oficial. Al principio, el matrimonio parecía exitoso. María se adaptó rápidamente a su nuevo hogar, aprendió sueco, se hizo popular y ganó el aprecio de la familia de su marido. En mayo de 1909, nació su único hijo, el Príncipe Lennart. Sin embargo, a pesar de las apariencias, la relación entre María y Guillermo era distante y fría. Tenían poco en común y casi ningún interés el uno en el otro. Mientras él se dedicaba a sus deberes como oficial naval, ella buscaba pasatiempos que la hicieran feliz, cazaba, practicaba deportes, y tomaba clases de arte y canto. Después de regresar de un viaje oficial de estado que realizaron a finales de 1911, María le confesó a su esposo que quería el divorcio, y aunque Guillermo le rogó que reconsiderara su decisión, sus intentos no lograron nada. Para 1913 María se había distanciado aún más de su esposo. Durante esta época, ella realizó un viaje a Capri, y luego a Berlín, donde se reuniría con su hermano Demetrio. Decidida a obtener el divorcio a toda costa, buscó la ayuda de su padre en la ciudad de París. Más tarde, en sus memorias, María reveló el profundo rechazo que sentía por la familia real sueca, calificando el ambiente de insoportable. El 13 de marzo de 1914, su matrimonio fue oficialmente disuelto. Su hijo quedó bajo la custodia de su padre y abuela en Suecia, lo que resultaría en una relación distante con Lennart durante casi toda su vida. Poco después de su divorcio, cuando María cumplió los veinticuatro años, regresó a Rusia, donde se reencontraría con su padre y el resto de su familia. De inmediato, se instaló cerca de su hermano Demetrio, con quien compartía desde pequeños un intenso vínculo. Sin embargo, Demetrio, preocupado por la necesidad que ella tenía de él, decidió distanciarse un poco, lo cual lastimaría profundamente a María. Al estallar la Primera Guerra Mundial, la Gran Duquesa tomó un papel activo, formándose como enfermera. Fue enviada al frente norte en Instenburg, Prusia Oriental, donde su valentía bajo el fuego le valió la condecoración con la Medalla de San Jorge. En 1915, se hizo cargo de un hospital en Pskov, trabajando incansablemente para atender a los heridos, incluso realizando cirugías menores ella misma.
En 1895 su padre comenzó un romance con una mujer casada cuyo nombre era Olga Valerianova. Después de que Olga consiguiera su divorcio, contrajo matrimonio morganático con padre de María en 1902. A causa de la oposición del zar Nicolás Segundo, la pareja se vio obligada a casarse en el extranjero, y más tarde, al Gran Duque Pablo se le prohibió regresar a Rusia. Después de estos eventos, María y su hermano fueron enviados a Moscú, donde el zar los puso bajo la custodia de su tío, el Gran Duque Sergio, y su esposa, la Gran Duquesa Isabel Feodorovna. La nueva situación fue difícil para los jóvenes. Tanto María y su hermano Demetrio se sentían abandonados por su padre y resentían a sus tíos, a quienes culpaban por la separación. Aunque María admitía que su tío Sergio era estricto, también reconocía que les tenía un profundo cariño. El 17 de febrero de 1905, un nuevo golpe llegaría a la vida de María. Su tío, El Gran Duque Sergio, quien en ese entonces se desempeñaba como Gobernador General de Moscú, sufrió un terrible atentado en el que perdió la vida. Esta pérdida dejaría a María y a su hermano totalmente devastados. Tras estos trágicos sucesos su padre reclamó la custodia de sus hijos, pero el zar se negó y designó a la Gran Duquesa Isabel como la nueva tutora. Aunque a su padre se le permitió visitarlos, no podía regresar permanentemente a Rusia. Por su parte, la Gran Duquesa Isabel, arrepentida del poco afecto que anteriormente le había mostrado a los niños, se acercó más a ellos después de la muerte de su esposo. Mientras tanto, La Gran Duquesa Isabel al quedar viuda, se acercó más a la religión y empezó a dedicar parte de su vida a la caridad. Decidida alejarse de la vida en la corte, se propuso rápidamente a encontrar un esposo para su sobrina, María, para ello buscó la ayuda de su prima, la Princesa Heredera Margarita de Suecia. Poco después de la Pascua de mil novecientos siete, el Príncipe Guillermo de Suecia visitó San Petersburgo. Fue durante esta visita que el príncipe conoció María, quien en ese entonces contaba con 16 años de edad. Tras solo unas horas de conocerse, se le informó a María que el príncipe deseaba contraer matrimonio con ella. Presionada por su tía para dar una respuesta inmediata, la joven María terminó por aceptar la propuesta.
La boda se llevo a cabo el 3 de mayo de 1908 en Tsárskoye Seló. Tras una luna de miel por Europa, la pareja llegó a Suecia para una recepción oficial. Al principio, el matrimonio parecía exitoso. María se adaptó rápidamente a su nuevo hogar, aprendió sueco, se hizo popular y ganó el aprecio de la familia de su marido. En mayo de 1909, nació su único hijo, el Príncipe Lennart. Sin embargo, a pesar de las apariencias, la relación entre María y Guillermo era distante y fría. Tenían poco en común y casi ningún interés el uno en el otro. Mientras él se dedicaba a sus deberes como oficial naval, ella buscaba pasatiempos que la hicieran feliz, cazaba, practicaba deportes, y tomaba clases de arte y canto. Después de regresar de un viaje oficial de estado que realizaron a finales de 1911, María le confesó a su esposo que quería el divorcio, y aunque Guillermo le rogó que reconsiderara su decisión, sus intentos no lograron nada. Para 1913 María se había distanciado aún más de su esposo. Durante esta época, ella realizó un viaje a Capri, y luego a Berlín, donde se reuniría con su hermano Demetrio. Decidida a obtener el divorcio a toda costa, buscó la ayuda de su padre en la ciudad de París. Más tarde, en sus memorias, María reveló el profundo rechazo que sentía por la familia real sueca, calificando el ambiente de insoportable. El 13 de marzo de 1914, su matrimonio fue oficialmente disuelto. Su hijo quedó bajo la custodia de su padre y abuela en Suecia, lo que resultaría en una relación distante con Lennart durante casi toda su vida. Poco después de su divorcio, cuando María cumplió los veinticuatro años, regresó a Rusia, donde se reencontraría con su padre y el resto de su familia. De inmediato, se instaló cerca de su hermano Demetrio, con quien compartía desde pequeños un intenso vínculo. Sin embargo, Demetrio, preocupado por la necesidad que ella tenía de él, decidió distanciarse un poco, lo cual lastimaría profundamente a María. Al estallar la Primera Guerra Mundial, la Gran Duquesa tomó un papel activo, formándose como enfermera. Fue enviada al frente norte en Instenburg, Prusia Oriental, donde su valentía bajo el fuego le valió la condecoración con la Medalla de San Jorge. En 1915, se hizo cargo de un hospital en Pskov, trabajando incansablemente para atender a los heridos, incluso realizando cirugías menores ella misma.
En diciembre de 1916, María se enteró del involucramiento de su hermano Demetrio en el asesinato de Grigori Rasputín. La noticia la impactó profundamente, ya que por primera vez en su vida, había sentido que no conocía del todo a su hermano. Posteriormente, María junto a otros miembros de la familia, intentó persuadir al zar para que revocara el exilio de Demetrio, sin embargo, todo fue en vano y su hermano fue enviado al frente persa para servir a las órdenes del general Nikolái Barátov, en sus cuarteles en Kazvin. Después de la abdicación de Nicolás segundo en mil novecientos diecisiete, María partió hacia Petrogrado (actualmente San Petersburgo) para reunirse con su padre, fue durante este periodo de caos cuando se reencontró con el Príncipe Sergio Mikhailovich, un conocido de su infancia con quien empezó una sólida relación. Por primera vez, María se sintió verdaderamente enamorada y se casaron el diecinueve de septiembre de mil novecientos diecisiete, en el Palacio Pavlovsk. Los primeros meses de su matrimonio los pasaron en Petrogrado, viviendo primero en el palacio de su hermano y luego tras venderlo, se mudaron a un apartamento con los padres de Sergio. Los disturbios y conflictos que azotaban Rusia indudablemente estaban cambiando el mundo que María había conocido. Pero a pesar de todo la Gran Duquesa había encontrado la felicidad en medio del caos. En noviembre de 1917, cuando los bolcheviques habían logrado un exitoso golpe de estado en el país, la pareja se encontraba en Moscú intentando recuperar unas valiosas joya que maría almacenaba dentro del banco estatal, y aunque no lograron recuperarlas, regresaron a Petrogrado sanos y salvos. En la primavera de año siguiente, se mudaron a una casa de campo en Tsarskoye Selo para estar cerca del padre de María, el Gran Duque Pablo, que se encontraba bajo arresto domiciliario. El 8 de julio dio a luz a un hijo, el Príncipe Román. Durante el mismo día del bautismo de su hijo, el 18 de julio de 1918, ocurrió una tragedia que María desconocía en ese momento, su medio hermano, el príncipe Vladimir, y su tía la Gran Duquesa Isabel lamentablemente fueron ejecutados por los bolcheviques.
Con la situación de la familia Romanov empeorando cada vez más, María rápidamente tomó la difícil decisión de huir del país, al irse dejó a su recién nacido al cuidado de sus suegros. A finales de julio, María, su esposo y su cuñado, el príncipe Alexander Putyatin, se marcharon de Tsarskoye Selo. Sin documentos de viaje y temiendo ser arrestados en cualquier momento, emprendieron un peligroso viaje en tren durante tres días. El cuatro de agosto, llegaron a Orsha, en la actual Bielorrusia. Desde allí se dirigieron a la frontera con Ucrania, territorio que en ese momento estaba bajo control alemán. Al llegar al puesto fronterizo, María sacó un documento sueco escondido que la identificaba como ex princesa real de Suecia. Este papel le permitió cruzar hacia Ucrania. Desde ahí, continuaron su viaje hacia el sur, hasta llegar finalmente a Chisináu, en Moldavia. Fue allí donde recibieron una invitación de su prima, la Reina María de Rumanía, quien había enviado a un agente para rastrearlos y garantizar su seguridad. Enferma de gripe, la Gran Duquesa María llegó a Rumania, marcando un nuevo comienzo en su vida en el exilio. En enero de 1919, trágicas noticias comenzaron a llegar desde Rusia. María se enteró del asesinatos de su padre, el Gran Duque Pablo Alexandrovich, así como de su tía, la Gran Duquesa Isabel Feodorovna, su medio hermano y el zar Nicolás segundo con toda su familia. Sus suegros llegaron a Bucarest con su hijo Román, pero María y Sergio partieron rápidamente hacia París. Por primera vez en sus 28 años de vida, la Gran Duquesa se vio obligada a manejar las tareas cotidianas. Su primera etapa en el exilio fue financiada con la venta de las joyas que había logrado llevar consigo. En en julio de 1919, otra tragedia golpearía la vida de María. Su pequeño hijo, que había sido dejado al cuidado de sus suegros falleció con solamente un año de edad. Este hecho haría sentir culpable a María por haberse alejado de él durante todo ese tiempo.
María se reunió con su hermano Demetrio en Londres, pero pronto regresó a París para estar con el resto de su familia. En esta etapa, la Gran Duquesa decidió que debía encontrar un trabajo para ganarse la vida y empezó a dedicar gran parte de su tiempo sirviendo como enfermera en la Cruz Roja. En 1921, María abrió un taller de bordado y costura llamado Kitmir, un negocio que por un tiempo tuvo gran éxito, y fue a través de su hermano Demetrio que conoció a Coco Chanel, quien se convirtió en su principal cliente y mecenas. En 1923, se divorció de su segundo esposo debido a diferencia de actitudes, ya que según se dice, él simplemente optaba por gastar el dinero y disfrutar de la vida social en lugar de trabajar. Tras su segundo divorcio, María continuó trabajando y comenzó un romance con el famoso diseñador de moda Jean Patou. Ambos vivían y disfrutaban de una vida ostentosa, asistiendo a eventos de la alta sociedad. En mil novecientos veintiocho, con el bordado perdiendo popularidad, María se decidió a venderlo. Posteriormente, la Gran Duquesa se mudó a Londres con un nuevo proyecto donde dio a conocer su propia marca de perfume, pero a causa de un mal manejo de una campaña de publicidad, su proyecto no tuvo el éxito esperado. A pesar del contratiempo, María no se rindió, y el ocho de diciembre de mil novecientos veintiocho zarpó hacia Estados Unidos, con la intención de encontrar un nuevo comienzo. La llegada de María Pavlovna a Nueva York a finales de 1928 se convirtió en un evento mediático. La prensa la recibió con gran entusiasmo, siendo fotografiada y entrevistada constantemente. Se instaló en el país, viajó a California y se dedicó a escribir sus memorias, las cuales se publicaron en abril de 1929. Para mayo, María había conseguido un trabajo como consultora para los grandes almacenes Bergdorf Goodman en Nueva York. Ese mismo año, regresó a París para vender su casa, y se despidió de su familia, para finalmente regresar a la ciudad de Nueva York. Su vida en Estados Unidos había dado frutos. Dio conferencias en universidades, y la Corporación Hearst la contrató para escribir artículos y reseñas de moda. Sus memorias, menorías se convirtieron rápidamente en superventas en Los Estados Unidos y Europa.
Gracias a su interés por la fotografía, en 1935, Hearst la envió a Alemania como fotoperiodista. Además, documentaba la vida cotidiana de la alta sociedad en cruceros de lujo que navegaban entre Europa y Nueva York. En mil 1937, María viajó hasta Alemania para visitar a su hijo Lénnart, y pese a que su relación había sido distante, ambos lograron comprenderse y establecer un fuerte vínculo gracias a que los dos compartían la misma pasión por la fotografía. Tras 12 años viviendo en los Estados Unidos, la gran duquesa decidió mudarse a Argentina con la intención de crear una línea de cosméticos. Al llegar Argentina, María alquiló una pequeña casa con jardín, y aunque su plan de lanzar una línea de cosméticos no funcionó, encontró consuelo en la pintura, logrando vender varias de sus obras. Los periódicos locales publicaban sus artículos sobre moda, diseño y arte. Se unió a la gran comunidad de emigrantes rusos en Buenos Aires, cultivando nuevas amistades. En 1942, María recibió la triste noticia de la muerte de su hermano Demetrio, una pérdida que le afectaría profundamente. En 1947, su hijo Lennart la visitó en Argentina. Dos años después, María regresó a Europa y, en la casa de su propio hijo, se reencontró con su primer esposo, el príncipe Guillermo de Suecia. Sin rencores entre ellos, ambos se despidieron como buenos amigos. Durante la década de los cincuenta , la Gran Duquesa pasaba su tiempo en la casa de su hijo en la isla de Mainau, Alemania, y haciendo visitas a sus amigos cercanos, normalmente solía ir acompañada de su inseparable cámara y su caballete. Finalmente, María Pávlovna Románova, Falleció de neumonía el trece de diciembre de mil novecientos cincuenta y ocho, a los 68 años, en Constanza, Alemania Occidental. posteriormente, su cuerpo fue enterrado junto a los restos de su hermano, en la Iglesia del Palacio de Mainau.
María se reunió con su hermano Demetrio en Londres, pero pronto regresó a París para estar con el resto de su familia. En esta etapa, la Gran Duquesa decidió que debía encontrar un trabajo para ganarse la vida y empezó a dedicar gran parte de su tiempo sirviendo como enfermera en la Cruz Roja. En 1921, María abrió un taller de bordado y costura llamado Kitmir, un negocio que por un tiempo tuvo gran éxito, y fue a través de su hermano Demetrio que conoció a Coco Chanel, quien se convirtió en su principal cliente y mecenas. En 1923, se divorció de su segundo esposo debido a diferencia de actitudes, ya que según se dice, él simplemente optaba por gastar el dinero y disfrutar de la vida social en lugar de trabajar. Tras su segundo divorcio, María continuó trabajando y comenzó un romance con el famoso diseñador de moda Jean Patou. Ambos vivían y disfrutaban de una vida ostentosa, asistiendo a eventos de la alta sociedad. En mil novecientos veintiocho, con el bordado perdiendo popularidad, María se decidió a venderlo. Posteriormente, la Gran Duquesa se mudó a Londres con un nuevo proyecto donde dio a conocer su propia marca de perfume, pero a causa de un mal manejo de una campaña de publicidad, su proyecto no tuvo el éxito esperado. A pesar del contratiempo, María no se rindió, y el ocho de diciembre de mil novecientos veintiocho zarpó hacia Estados Unidos, con la intención de encontrar un nuevo comienzo. La llegada de María Pavlovna a Nueva York a finales de 1928 se convirtió en un evento mediático. La prensa la recibió con gran entusiasmo, siendo fotografiada y entrevistada constantemente. Se instaló en el país, viajó a California y se dedicó a escribir sus memorias, las cuales se publicaron en abril de 1929. Para mayo, María había conseguido un trabajo como consultora para los grandes almacenes Bergdorf Goodman en Nueva York. Ese mismo año, regresó a París para vender su casa, y se despidió de su familia, para finalmente regresar a la ciudad de Nueva York. Su vida en Estados Unidos había dado frutos. Dio conferencias en universidades, y la Corporación Hearst la contrató para escribir artículos y reseñas de moda. Sus memorias, menorías se convirtieron rápidamente en superventas en Los Estados Unidos y Europa.
Gracias a su interés por la fotografía, en 1935, Hearst la envió a Alemania como fotoperiodista. Además, documentaba la vida cotidiana de la alta sociedad en cruceros de lujo que navegaban entre Europa y Nueva York. En mil 1937, María viajó hasta Alemania para visitar a su hijo Lénnart, y pese a que su relación había sido distante, ambos lograron comprenderse y establecer un fuerte vínculo gracias a que los dos compartían la misma pasión por la fotografía. Tras 12 años viviendo en los Estados Unidos, la gran duquesa decidió mudarse a Argentina con la intención de crear una línea de cosméticos. Al llegar Argentina, María alquiló una pequeña casa con jardín, y aunque su plan de lanzar una línea de cosméticos no funcionó, encontró consuelo en la pintura, logrando vender varias de sus obras. Los periódicos locales publicaban sus artículos sobre moda, diseño y arte. Se unió a la gran comunidad de emigrantes rusos en Buenos Aires, cultivando nuevas amistades. En 1942, María recibió la triste noticia de la muerte de su hermano Demetrio, una pérdida que le afectaría profundamente. En 1947, su hijo Lennart la visitó en Argentina. Dos años después, María regresó a Europa y, en la casa de su propio hijo, se reencontró con su primer esposo, el príncipe Guillermo de Suecia. Sin rencores entre ellos, ambos se despidieron como buenos amigos. Durante la década de los cincuenta , la Gran Duquesa pasaba su tiempo en la casa de su hijo en la isla de Mainau, Alemania, y haciendo visitas a sus amigos cercanos, normalmente solía ir acompañada de su inseparable cámara y su caballete. Finalmente, María Pávlovna Románova, Falleció de neumonía el trece de diciembre de mil novecientos cincuenta y ocho, a los 68 años, en Constanza, Alemania Occidental. posteriormente, su cuerpo fue enterrado junto a los restos de su hermano, en la Iglesia del Palacio de Mainau.
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