La Reina (The Queen), es un docudrama de 2006, dirigida por por Stephen Frears y escrito por Peter Morgan, la película se centra en los días inmediatamente posteriores a la trágica muerte de Diana, Princesa de Gales, en agosto de 1997. Protagonizada por Helen Mirren, la cinta superó ampliamente las expectativas de taquilla. Con un presupuesto de $15 millones de dólares, "La Reina" recaudó $56.4 millones de dólares solo en Estados Unidos y Canadá.
La narrativa se construye alrededor de un conflicto central: la Reina Isabel II, anclada en la tradición, considera la muerte de Diana como un asunto privado que no justifica las formalidades de un deceso real oficial. Esta postura se opone tajantemente a la opinión del recién llegado Primer Ministro, Tony Blair, y del Príncipe Carlos, quienes comprenden la necesidad de una expresión pública de luto ante la inmensa conmoción nacional. Blair, electo bajo una plataforma de reforma y modernización, se encuentra, menos de cuatro meses después de su triunfo laborista, en una posición crítica: debe mediar entre la Corona y el pueblo. La renuencia de la Reina a actuar, motivada por la necesidad de consolar a sus nietos en Balmoral, contrasta con el estallido de dolor popular. El discurso de Blair, al acuñar a Diana como la "Princesa del Pueblo", legitimó y amplificó este sentimiento, atrayendo una condena feroz hacia la aparente indiferencia de la Familia Real y disparando la popularidad del Primer Ministro.
A medida que las ofrendas florales se acumulaban fuera de los palacios, la popularidad de la monarquía se desplomaba. Los intentos de Blair por guiar a la realeza a través de la controversia eran interpretados por la Reina como una "rendición ante la histeria colectiva". Para ella y el Príncipe Felipe, el duelo público carecía de precedente y justificación protocolaria, dada la separación oficial de Diana. Sin embargo, los asesores de la Casa Real comprendían el riesgo de la inacción y animaron a Blair a persistir en sus esfuerzos. La tensión se intensificó cuando Blair, al confrontar a la Reina, reveló datos muy alarmantes: el 70% del país consideraba que sus acciones perjudicaban a la monarquía, y un significativo sector de la población se inclinaba por la abolición. La crisis se había transformado en considerable amenaza para la Corona, marcada por el ascenso del republicanismo. Ante el punto de quiebre, Blair impuso demandas que eran, en esencia, una exigencia de modernización de la imagen real: izar la bandera a media asta en el Palacio de Buckingham, que la Reina presentara sus respetos a Diana en público, y un discurso televisado a toda la nación.
Desmoralizada, pero consciente de su deber para con la institución que representa, la Reina acepta la amarga verdad de que "el mundo ha cambiado". Su regreso a Londres, el izado de la bandera y el posterior homenaje público en televisión a la importancia de Diana fueron actos que, aunque forzados, lograron calmar la indignación y reabrir el canal de comunicación con el pueblo británico. La asistencia de la Familia Real al funeral en la Abadía de Westminster simbolizó el cierre de la crisis. "La Reina" concluye con un momento reflexivo. La Reina advierte a Blair que, de la misma manera que la opinión pública le había exigido una adaptación a la monarquía, él también debería estar preparado para el inevitable cambio en el sentimiento público hacia su propio liderazgo.
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