María Antonieta: Los últimos momentos de la última Reina de Francia

El 16 de octubre de 1793, la Plaza de la Revolución fue el escenario donde la mujer recordada históricamente como la última Reina de Francia, terminó su vida trágicamente bajo el filo de la guillotina. Su trágica ejecución, más que una pena capital, se convirtió en la culminación de una sangrienta revolución que dio paso a una nueva era en Francia y toda Europa.  María Antonieta compareció ante el Tribunal Revolucionario el 14 de octubre de 1793, con apenas un día para que ella y sus abogados se preparasen para una defensa. Durante el Juicio, María Antonieta fue victima de una serie de acusaciones, que mucho de los casos, se trataba de una simple propaganda de desprestigio en su contra para finalmente condenarla. Una de estas acusaciones la señalaba de haber mantenido una relación incestuosa con su hijo, el príncipe Luis Carlos, de 8 años de edad, quien era obligado por  Jacques Hébert a declarar falsos testimonio en contra de su propia madre.   

En la madrugada del 16 de octubre, María Antonieta, quien en ese entonces se encontraba a dos semanas de cumplir los 38 años de edad,  fue declarada culpable de  tres graves y principales cargos: saqueo del tesoro nacional, conspiración contra la seguridad del Estado, y por último alta traición por sus actividades de inteligencia. Este último cargo, por sí solo era más suficiente para que se le aplicase la pena capital. Aunque existía la esperanza de parte de la Reina y de sus abogados, que en el peor de los casos la condenasen a una cadena perpetua, al final, su sentencia fue la muerte. En las horas previas a su ejecución, la reina escribió una última carta a su cuñada, Madame Isabel, afirmando sobre tener una conciencia tranquila reforzada por su fe católica, también había expresado el profundo amor que mantenía por sus hijos. Sin embargo, la carta nunca llegó a manos de su cuñada, sino que tiempo después, fue hallada entre los documentos de Robespierre. Durante la mañana del miércoles 16 de octubre, María Antonieta probaría lo que sería su última comida, la reina desayunó Caldo, conocido en francés como bouillon. Poco después de un sencillo desayuno, se le obligó a cambiarse de ropa delante de sus guardias,  su criada, Rosalie Lamorlière, intentó cubrirla de la vista de los centinelas, y de esta manera hacer respetar un poco su intimidad. A pesar de que la Reina había expresado su deseo de vestir de negro durante sus últimos momentos, no se le permitió hacerlo, ya que se temía que el color de luto pudiese provocar algún tipo de emoción de simpatía hacia ella. Por esta razón se le asignó un sencillo vestido en color blanco, el color tradicional que era considerado el de las reinas viudas de Francia. Sól

Cerca de las diez de la mañana, tras la segunda lectura de la sentencia, el verdugo Henri Sanson (hijo de Charles-Henri Sanson, mismo quien había ejecutado a Luis XVI) le ató las manos a la espalda. Posteriormente, le retiró el tocado y le cortó el cabello, sin embargo, los republicanos al temer que su cabellera se convirtiese en una reliquia después de su ejecución, fue quemada inmediatamente. Al poco tiempo después, María Antonieta fue subida a una carreta abierta donde recorrería un trayecto que duraría alrededor de 1 hora desde la Conciergerie hasta la guillotina. A le Reina se le había asignado un sacerdote para acompañarla en su trayecto, no obstante, al tratarse de un cura que ya había jurado lealtad a la república, María Antonieta optó por ignorarlo por completo durante todo el camino. Al abandonar el patio de la Conciergerie, la carreta comenzó su lento recorrido. A lo largo del trayecto, una barrera formada por alrededor de 30,000 soldados resguardaban todo el camino, ante una multitud que observaba en silencio la presencia de la reina que se dirigía al lugar, donde daría su último suspiro. Sin embargo, al llegar a la entrada de la Rue Saint-Honoré, la muchedumbre se empezó a exaltar. En ese punto, donde la carreta se detuvo brevemente, empezaron a escucharse gritos de injurias dirigidos directamente contra la reina, pero a pesar del menosprecio de las personas que la observaban, la reina siempre mostró una gran compostura y dignidad frente a toda la multitud que se aglomeraba para insultarla

Alrededor del mediodía, la carreta finalmente llegó a la Plaza de la Revolución, María Antonieta descendió sin ayuda y subió las escaleras del cadalso. Cuando la Reina ascendió, perdió uno de sus zapatos que actualmente se conserva en el Museo de Bellas Artes de Caen. Se afirma, que María Antonieta al pisar accidentalmente el pie del verdugo, sus últimas palabras fueron dirigidas hacia él para disculparse: "Señor, le pido perdón, no lo hice a propósito". A diferencia de su esposo, el rey Luis XVI, María Antonieta no pronunció discurso alguno. A las 12:15 horas, la reina fue colocada en la plancha, le fue asegurado el cepo y  de inmediato fue ejecutada bajo el filo de la guillotina. Posteriormente, Henri Sanson, tomó la cabeza por el cabello de la Reina y la levantó al grito de "¡Viva la República!".  La muchedumbre, tras haber presenciado el trágico evento, permaneció en un silencio momentáneo  que se fue dispersando rápidamente. Posteriormente, su cabeza fue colocada entre sus piernas y fue trasladada al cementerio de Magdalena. En este lugar fue arrojada a una fosa común, y después de ser cubierta con cal viva, su cuerpo y su cabeza fueron enterrado en el mismo lugar donde yacían los restos de su esposo. En 1815,  cuando la monarquía había sido nuevamente restaurada, por órdenes del Rey Luis XVIII, se empezó a levantar una capilla expiatoria como un solemne recordatorio de la familia real, y de los últimos momentos que fueron de María Antonieta, la última Reina de Francia.



Comentarios

Artículo Anterior Artículo Siguiente