Elena Vladimirovna Románova: Vida y Legado de una Gran Duquesa

Elena Vladimirovna Románova (Еле́на Влади́мировна Ромáновa) nació el 29 de enero de 1882 en San Petersburgo, durante el imperio ruso. Fue la última de los cuatro hijos de la gran duquesa María de Mecklemburgo-Schwerin y El Gran duque Vladímir Aleksándrovich de Rusia, lo que la convirtió en nieta del emperador Alejandro II de Rusia. La infancia de Elena transcurrió entre los diversos palacios que su familia poseía. Pasaban las temporadas de invierno en el Palacio Vladimir, en San Petersburgo, mientras la estación estival la pasaban en el Palacio de Tsarskoye Selo. Desde temprana edad, la pequeña Elena demostró una personalidad enérgica y un temperamento impetuoso. Al igual que sus hermanos, Elena fue criada con una niñera inglesa, el inglés había sido su primer idioma. Su intensa personalidad, unida a la influencia de una madre consciente de su posición social, dio forma a una joven que fue vista como altiva y, según se dice, como una persona arrogante y esnob. La emperatriz viuda María Fiódorovna llegó a describirla como vana y bastante ostentosa, pero a pesar de todo, se podía reconocer en ella una dulzura esencial.


La búsqueda de un esposo para Elena estuvo envuelta en constante dificultades, ya que su madre, la duquesa María, se mostraba reacia a permitir que su hija se casara con alguien que no cumpliese sus grandes expectativa. A los 17 años de edad, Estuvo comprometida brevemente con el príncipe Maximiliano de Baden, y se rumoreó que también fue pretendida por el archiduque Francisco Fernando de Austria, aunque este finalmente se casó con la condesa Sofía Chotek. Desde 1900, mantuvo una relación con el príncipe Nicolás de Grecia, y aunque su madre esperaba un partido mejor, se resignó al no haber otra mejor opción. Finalmente, la boda se celebró el 29 de agosto de 1902 en Tsarskoye Seló. En Junio de 1903, la pareja concibió a su primogénita, a quien bautizaron con el nombre de Olga. En mayo del año siguiente, y después de un complicado parto, nacería su Hija Isabel, y por último la princesa Marina, nacida en diciembre de 1906. Esta descendencia en un futuro dejarían un notable legado en la realeza europea.


La vida de Elena y la de su familia se vio drásticamente alterada por la Revolución Rusa de 1917, y tras ello, la crisis en Grecia. Forzados al exilio, se establecieron en Francia. A pesar de la perdida de mucho de sus ingresos, Elena demostró una notable resiliencia y se dedicó activamente a obras de caridad, especialmente para los niños de exiliados rusos. La venta de su valiosa colección de joyas y las obras de arte de Nicolás fueron esenciales para su subsistencia en su nuevo hogar. En 1938 Elena enviudó tras el fallecimiento de su esposo, quien había muerto repentinamente debido a un ataque al corazón. Posteriormente, Elena Permaneció en Grecia durante y después de la Segunda Guerra Mundial, y finalmente murió a los 75 años de edad, el 13 de marzo de 1957, en Atenas. Su cuerpo fue sepultura en el cementerio Real de Tatoi, junto a la tumba de su esposo en Grecia. Su biblioteca personal fue legada a la Escuela Anavryta, un testimonio de su duradero interés en la educación y el conocimiento.

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