En la actualidad, el vestido blanco se ha consolidado como uno de los símbolos más emblemáticos de una ceremonia nupcial, sobre todo en las diversas culturas occidentales. Sus raíces, es el mero resultado de una combinación entre moda, clase social, y hasta una influencia real, especialmente durante, y después de la época victoriana. A lo largo del siglo XIX y principios del XX, no existía un protocolo estrictamente establecido respecto al vestido que debían portar las novias el día de su boda. En general, las mujeres optaban por lucir un atuendo elegante acorde con las tendencias de la moda del momento, el cual no solía ser un vestido exclusivo para la ceremonia nupcial, sino que podía reutilizarse en otras ocasiones especiales.
Los vestidos negros en las bodas de la época victoriana no tenían un significado en concreto, o una connotación fúnebre, ni tampoco estaban relacionado con el luto por algún familiar como muchos creen. La preferencia por tonos oscuros, y especialmente por el negro, respondía simplemente a una cuestión de moda y costumbre. Estos colores eran considerados elegantes y apropiados para eventos importantes. Durante la ceremonia, estos sombríos vestidos solían ser acompañados con algún elemento simbólico de tipo nupcial, como un adorno floral colocado en la parte del pecho, y en ocasiones, con el tradicional velo sujetado al cabello. Durante las últimas décadas del siglo XIX, los vestidos estilos plisado eran la sensación por lo que muchas mujeres optaban por usarlos en su gran día.
Un punto culminante en la historia de esta tendencia llegaría con la reina Victoria, y aunque esta monarca no fue la primera mujer en usar un vestido blanco para casarse se puede decir que su boda en 1840 marcó un antes y un después respecto a esta tradición. El estilo de de la Reina, incluyendo su elección de un vestido blanco para la ceremonia nupcial, fue ampliamente imitado por otros miembros de la realeza, y posteriormente por sus propias hijas. El color blanco tomó un significado de mucha pureza, también se consideraba un símbolo de la esperanza y un nuevo comienzo. En aquella época, las costumbres de la realeza eran frecuentemente imitadas por la sociedad, y el uso del vestido blanco para las ceremonias nupciales no fue una excepción. No obstante, en un principio esta tendencia de vestidos blancos y personalizados se limitó más a la clase alta, ya que las telas blancas o de tonos claros eran considerados como un lujo que no todos podían costearse.
Durante la primera década del siglo XX el color blanco en los vestidos de novias fue adquiriendo mayor relevancia,. Para la segunda década, ya había nacido toda una industria de vestidos nupciales que los mismos medios de la época, como el cine, periódicos y revistas ayudaron en darle cierta propaganda. Estos medios no solo hicieron el vestido blanco más visible, sino que también influyeron para solidificar su aceptación en todas las clases sociales y en hasta diversas culturas fuera de occidente. Su popularidad y su aceptación entre la sociedad tan grandes que hoy en día, imaginar a una novia en un vestido negro durante su ceremonia nupcial sería una imagen casi impensable para muchos. La popularidad y el arraigo cultural del vestido blanco fueron tan grandes que hoy en día, el color negro en un vestido dentro de una ceremonia nupcial, par la mayoría sería casi imposible de imaginar.
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