Alejandra Petrovna: De Gran Duquesa de Rusia a Monja

Alejandra Federica Guillermina de Oldemburgo, posteriormente conocida como Alejandra Petrovna nació el 2 de junio de 1838 en San Petersburgo durante el Imperio Ruso, como duquesa de Oldemburgo. Fue la mayor de los ocho hijos de Teresa de Nassau-Weilburg y de Pedro de Oldemburgo. Durante los meses invernales, la familia permanecía en Peterhof, y durante los veranos se trasladaban a su otra propiedad, Kamenoi-Ostroff. Además de las materias académicas convencionales, su educación giró en torno a las artes, durante su infancia recibió instrucción en música, pintura, danza, equitación y etiqueta. Desde temprana edad, demostró aptitudes notables para las artes y manifestó un alto interés por la literatura, la historia y también, por la genealogía. Esta formación integral cultivó en ella una inclinación hacia la medicina y una sensibilidad hacia las problemáticas sociales que afectaban a las poblaciones vulnerables. Tras su debut en la corte, después de una serie de cenas y recepciones, los padres de Alejandra planearon su matrimonio de acuerdo a su estatus y rango. 


El 25 de octubre de 1855, Alejandra se comprometió con su primo segundo, el Gran Duque Nicolás Nikolaevich, hijo del zar Nicolás I, en ese entonces Alejandra contaba con 17 años de edad, y su prometido era siete años mayor. El 7 de enero del año siguiente, se convirtió a la fe ortodoxa, y enseguida adoptó el nombre de Alejandra Petrovna. Finalmente, en el Palacio de Peterhof, la boda se celebró el 6 de febrero de 1856. Dado que el Palacio destinado a ser la residencia de la pareja, aún se encontraba en construcción, Alejandra y Nicolás pasaron los primeros cinco años de su matrimonio en el Palacio de Invierno, lugar donde en noviembre de 1856 dio a luz a su primogénito (el Gran Duque Nicolás Nikolaevich). La personalidad de Alejandra se caracterizaba por ser conservadora, prefería mantener un perfil bajo, tratando hacer apariciones públicas, pero su empatía hacía los demás la llevó a desarrollar un profundo deber y compromiso hacia lo más necesitados, lo que la condujo que parte de su vida la dedicase a la caridad, destinando parte de sus propios recursos económicos a diversas instituciones benéficas, tales como escuelas y hospitales.


En diciembre de 1861, una vez concluidas la construcción del Palacio Nikoláyevski, la pareja se estableció de inmediato en este lugar. Mientras tanto, Alejandra, quien siempre pensaba en los necesitados, en este nuevo hogar dispuso todo un salón para la organización de bazares benéficos y exposiciones artísticas, con el único propósito de recaudar fondos en beneficio de los niños huérfanos. En 1863, se instaló una iglesia al palacio, todo bajo la supervisión del confesor de Alejandra, el arcipreste Vasili Lebedev, quien ejerció una notable influencia sobre su devoción religiosa. El 10 de enero de 1864, Alejandra dio a luz a su segundo y último hijo menor, el Gran Duque Pedro Nikolaevich de Rusia. Al año siguiente, asumió la presidencia del consejo de administración de la oficina de la emperatriz María Alexandrovna, entidad encargada de la supervisión de orfanatos, fundaciones de beneficencia, escuelas y hospitales. El ámbito de la medicina y la enfermería suscitó un especial interés en Alejandra, quien en ocasiones brindaba cuidados directos a los pacientes. Poco después, el matrimonio se fue deteriorando, Nicolás manifestaba un descontento ante la profunda devoción religiosa de Alejandra, también llegó a expresar su desagrado por su falta de elegancia y su personalidad poco sociable. En 1865, el gran duque inició una aventura con Catherine Chislova, una bailarina de teatro cuya edad era de diecinueve años. Y ante el descaro de Nicolás, él nunca procuró ocultar su relación extramarital, a tal grado que estableció a su amante en una residencia visible desde el estudio de su palacio en San Petersburgo.


Tres años después, Catherine concibió al primero de los cinco hijos ilegítimos. Alejandra Petrovna se vio profundamente afectada por la infidelidad de su esposo. Durante este tiempo, la gran duquesa se vio envuelta en conflicto interno entre la desintegración de su matrimonio, y el descenso de su hermana, quien había fallecido en mil ochocientos sesenta y seis. Hacia 1870, la relación matrimonial se había reducido a la amargura. Alejandra buscó consuelo y refugio en sus dos hijos y en sus labores caritativas, mientras que su esposo dividía su tiempo entre sus hijos legítimos y su segunda familia. Entre las inmensidades del palacio  en San Petersburgo, ambos llevaban una vidas separadas, coincidiendo únicamente en ceremonias de carácter oficial. Ante las intenciones de Nicolás de otorgar un estatus nobiliario a su amante y a los hijos ilegítimos de la pareja, Alejandra Petrovna solicitó la intervención del zar Alejandro II, sin embargo, su cuñado, que compartían una personalidad similar a la de su hermano, no demostró gran simpatía hacia su situación. Tras este encuentro, Alejandro II sólo aconsejó a su hermano una mayor discreción y dispuso el exilio de Catherine Chislova a Wenden, cerca de Riga, en 1875. No obstante, al poco tiempo después, Nicolás logró el retorno de Catherine y rápidamente la instaló junto a sus hijos ilegítimos en Crimea. Durante la guerra ruso-turca de mil ochocientos setenta y siete, el Gran Duque lideró el ejército ruso del Danubio, mientras que Alejandra organizó una unidad sanitaria impulsada por sus propios recursos. Al final del conflicto, el Gran Duque Nicolás residió principalmente en Crimea junto a su amante, en tanto que la Gran Duquesa Alejandra, continuó habitando su palacio en San Petersburgo. 


En 1879, el Gran Duque Nicolás, con la intención de alejar a su esposa Alejandra definitivamente, la acusó públicamente de haber cometido adulterio con su confesor Vasili Lébedev, y posteriormente la expulsó del palacio. Sin ninguna otra opción, Alejandra se vio obligada a abandonar su residencia sin llevarse consigo pertenencia alguna, y regresar a casa de sus padres. Ese mismo año, tuvo el infortunio de sufrir un accidente de carruaje que la dejó parcialmente paralizada, perdiendo la movilidad de sus piernas, y también la de su brazo derecho. Ante esta situación, su cuñado, el Zar Alejandro II, nuevamente no mostró mucha compasión ante su tragedia, ya que fue obligada abandonar Rusia indefinidamente para recibir tratamiento médico en el extranjero. En noviembre de 1880, con la esperanza de encontrar alivio a sus dolencias, emprendió un viaje a Italia. Sin embargo, lejos de alcanzar la tranquilidad deseada, Alejandra se enfrentó a nuevas adversidades que le hicieron experimentar las emociones más dolorosas que jamás hubiese imaginado. A principios de mil ochocientos ochenta y uno, su marido, Nicolás hizo inesperadamente una visita y se llevó consigo a sus dos hijos, dejándola sumida en una profunda desesperación y tristeza. Poco después, Alejandra se estableció temporalmente norte de Grecia. Con el asesinato de Alejandro II y el ascenso de Alejandro III al trono en marzo de 1881, la gran Duquesa pidió ayuda sobre su mal situación a su sobrino, el nuevo zar de Rusia. Contrariamente a Alejandro II, su sobrino si mostró mucha empatía hacia ella, ya que al igual que ella, él también sentía desprecio por su tío, y y desde ese momento, a Nicolás se le retiraron todo sus cargos y a Alejandra se le permitió regresar libremente a Rusia. 


En esta nueva etapa de su vida, Alejandra se mudó a Kiev, donde se estableció en en el Palacio Mariinskyi, la residencia imperial en la ciudad, esto con la esperanza de lograr su recuperación física. Para ese entonces, la religión se había convertido en su principal sustento y consuelo. Su estancia en Rusia era conveniente para Nicolás, ya que él deseaba divorciarse oficialmente de Alejandra con la intención de casarse con su Amante, pero Alejandra se negó rotundamente aceptar dicho divorcio. Ante la negativa de Alejandra y el evidente deterioro su salud, Nicolás simplemente deseaba que ella falleciera dentro de poco tiempo, y de esta manera poder casarse legítimamente con Catherine, sin imaginar que tanto su propio final como la de su amante llegarían antes que la de Alejandra. En Kiev, la salud de Alejandra no experimentó mejoría alguna y en 1888 decidió comprar un terreno cercano a la colina Voznessenskaya. Allí, con la autorización del Metropolitano Platón de Kiev e invirtiendo sus propios recursos, fundó el Convento de Monjas Pokrovsky, un monasterio femenino de enfermeras que contaba con sus propios hospitales, asilos y dispensario para ofrecer tratamiento gratuito a los más necesitados. 


En el verano de 1889, recuperó la movilidad de sus piernas, aunque las vendaba firmemente para mitigar el dolor. El 3 de noviembre de ese mismo año, recibió las órdenes sagradas y se convirtió en monja y desde ese momento adoptó el nombre de Anastasia. En mayo de 1892, se sometió exitosamente a una operación de cáncer de mama. Tras su recuperación en Corfú, la gran duquesa regresó a sus actividades en febrero de 1893. Durante todo este tiempo, Alejandra siempre mantuvo una buena relación con sus dos hijos, quienes siempre la apoyaron durante la desintegración familiar. En 1898, mientras se encontraba en Crimea, su nuera, la Gran Duquesa Militza, esposa del Gran Duque Pedro, dio a luz a gemelas, una de las cuales falleció poco tiempo después de su nacimiento. Más tarde, Alejandra se llevó los restos de su nieta, para darle sepultura en el cementerio del convento de Kiev. Con una salud deteriorada a causa de su cáncer de estómago, Alejandra Petrovna falleció el 25 de abril de 1900 a los 61 años de edad . Su restos fueron enterrados en el monasterio de las cuevas en Kieve. En la década de 1950, sus restos fueron trasladados al cementerio de Lukianovskoe. Posteriormente, el 2 de noviembre de 2009, fue nuevamente enterrada en el jardín de la Catedral de San Nicolás del Monasterio de Pokrov.


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