Sofía Carlota Agustina (Sophie Charlotte Auguste), más conocida como Sofía Carlota de Baviera, nació con título de princesa el 22 de febrero  de 1847, en Múnich, durante el Reino de Baviera. Fue la penúltima hija del duque Maximiliano José de Baviera y la duquesa Ludovica de Baviera. Al igual que el resto de sus hermanos, pasó la mayor parte de su infancia en el Palacio de Ponssenhofen, dentro de un ambiente cálido y cercano a la naturaleza. A diferencia de su hermana mayor Isabel (Sissi), Sofía Carlota era más reservada y menos dada a las extravagancias, enfocando  su tiempo libre a la música y el canto.
Tras la misteriosa muerte de su antiguo prometido, el rey Luis II de Baviera en 1886, Sofia Carlota cayó en una profunda depresión y empezaba a mostrar signos de delirios, se cree que estos síntomas neurológicos fueron provocados  tras haberse enfermado gravemente de escarlatina, aunque también se sugiere que simplemente se trataba de una tara hereditaria. Poco tiempo después, en su búsqueda de solución a sus problemas de salud, fue como Sofía se enamoró  Dr. Franz Glaser, su médico de cabecera. Para ese entonces, Sofía contaba con 40 años de edad y ambos se encontraban formalmente casado. Sin embargo, su efímera aventura se vio frustrada cuando fueron descubierto y posteriormente separados para siempre. En 1867, sin importarle perder su posición social, Sofía tenía la firme intención de divorciarse y huir con su anterior amante, el Dr. Glaser, quien ya se había divorciado recientemente. Mientras tanto, la duquesa al desistir de sus planes de divorcio, un grupo de médicos declaró que padecía insensatez moral.
Cuando la duquesa se negó a desistir de sus planes de divorcio, un grupo de médicos declaró que Sofía Carlota padecía de insensatez moral. Este diagnóstico consideraba que la duquesa ya no era capaz de distinguir entre un comportamiento moralmente correcto e incorrecto. A consecuencia de esto, la Duquesa Sofía tuvo que ser internada en el Sanatorio María Grün, una clínica privada para la alta clase donde se atendían pacientes con problemas o trastornos mentales. Después de una estancia de siete meses, Sofía se consideró como paciente curada y de inmediato fue dada de alta. Aparentemente sus planes de huir y divorcio habían quedado en el pasado. A partir de 1890, la duquesa Sofía se acercó más a la religión, especialmente a la orden dominicana como terciaria, participando en constantes obras benéficas y caritativas.
La vida de Sofía tuvo un trágico final, el 4 de mayo de 1897, la duquesa participó en el Bazar de la Charité, un evento benéfico celebrado en la ciudad de París.  Dentro de la feria, se había instalado un cinematógrafo como atracción. Sin embargo, las películas de proyección, fabricadas con materiales altamente inflamables, provocaron un incendio que se propagó rápidamente sin control por todo el edificio.  Sofía murió entre las llamas tras haberse negado resguardar su vida hasta hasta que todos los niños y monjas que la acompañaban estuvieran a salvo. Su muerte causó una gran conmoción en toda Francia y Europa debido al gran pesar y admiración que despertó su acto sacrificial. Posteriormente, su cuerpo fue sepultada en la Capilla Real de Dreux, en Francia.





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