Nicolás y Alejandra (1971)

Nicolás y Alejandra (Nicholas and Alexandra) es una película británica de drama histórico de 1971, dirigida por Franklin J. Schaffner y con guion basado en la novela de Robert K. Massie. Protagonizada por Michael Jayston y Janet Suzman, la película narra el inexorable camino de los últimos zares de Rusia, Nicolás II y la zarina Alejandra, desde el umbral de la revolución de 1904 hasta su trágico final en 1918. La cinta fue reconocida por la Academia, recibiendo seis nominaciones en los Premios Óscar, incluyendo Mejor Película, y ganando los galardones a Mejor Dirección Artística y Mejor Diseño de Vestuario.

La película comienza con el nacimiento del zarévich Alexei, el primer varón de la pareja, cuya llegada debería haber asegurado el futuro de la dinastía Romanov. Sin embargo, Nicolás II muestra una rigidez fatal en la política: rechaza las súplicas del Gran Duque Nicolás y del conde Serguéi Witte para poner fin a la impopular Guerra Ruso-Japonesa y se niega a considerar las demandas de una monarquía constitucional. El Zar temía que cualquier concesión lo hiciera parecer débil. El descontento popular culmina en una marcha hacia el Palacio de Invierno. Cuando los soldados abren fuego contra los manifestantes, masacrando a cientos de personas en el conocido Domingo Sangriento, la posterior revolución obliga a Nicolás a crear la Duma (asamblea legislativa), un acto forzado que no logra calmar la ira del pueblo. La vida privada de los Romanov se ve alterada por la salud del zarévich. Tras diagnosticarle hemofilia, la zarina Alejandra, angustiada y desesperada, recurre a Grigori Rasputín, un autoproclamado hombre santo. La habilidad de Rasputín para aliviar el sufrimiento de Alexei le otorga una influencia sin precedentes sobre la Zarina. Esta estrecha relación entre la familia imperial y el controvertido místico provoca el ridículo público y el desprecio de la nobleza. Aunque Nicolás finalmente cede a la presión y expulsa a Rasputín de la corte, el daño a la imagen de la Corona ya estaba hecho. 

La celebración del Tricentenario de los Romanov y una fastuosa gira imperial ocultan superficialmente el resentimiento persistente de los más pobres. El asesinato del Primer Ministro Stolypin subraya la inestabilidad. Nicolás responde con medidas autocráticas: ejecuciones y la clausura de la Duma, reforzando la represión. Un episodio de grave hemorragia de Alexei en el pabellón de caza de Spała obliga a Alejandra a telegrafiar a Rasputín. La posterior recuperación del niño, atribuida a la intervención del místico, sella su regreso a la casa imperial y aumenta la dependencia de la Zarina. Tras el asesinato del Archiduque Francisco Fernando, Nicolás II ordena la movilización del Ejército Ruso, arrastrando al país a la Primera Guerra Mundial. El mal desempeño en el Frente Oriental convence a Alejandra de que Nicolás debe tomar el mando personal de las tropas, relevando al experimentado Gran Duque Nicolás. La ausencia del Zar deja a Alejandra nominalmente al mando, pero su influencia y sus desacertadas decisiones, junto con la percepción de que estaba bajo el control de Rasputín (de origen alemán, lo que la hacía parecer una agente enemiga), provocan una creciente impopularidad. El posterior asesinato de Rasputín a manos de nobles conspiradores no logra detener el deterioro político. El mal gobierno de Alejandra culmina en una revuelta de obreros y soldados en San Petersburgo. El Zar, intentando regresar a Tsárskoye Seló, es interceptado y obligado a abdicar en el tren, poniendo fin a 300 años de dominio Romanov. 

El Gobierno Provisional de Alexander Kerensky exilia a la familia imperial a Siberia, negándoles el asilo en el extranjero por temor a revueltas internas. Sin embargo, el ascenso al poder de los bolcheviques y el estallido de la Guerra Civil Rusa sellan el destino de los Romanov. Temiendo que los "Blancos" (partidarios de la monarquía) intentaran rescatar y restaurar al Zar, los bolcheviques intentaron llevar a la familia a juicio. En cambio, fueron interceptados y encarcelados en Ekaterimburgo bajo duras condiciones y la guardia de Yakov Yurovsky.  En la noche, bajo el pretexto de un nuevo traslado, el Zar, la Zarina, sus cinco hijos y su pequeño séquito fueron conducidos a un sótano. Allí, en un acto final de violencia brutal que puso fin a la era imperial rusa, fueron ejecutados.

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